La búsqueda de la belleza es una tendencia natural en el ser humano. Las pinturas rupestres "hablan" de cosmética cuando muestran a mujeres del paleolítico utilizando arcillas para colorear de marrón rojizo las diferentes partes del cuerpo, o a cazadores embadurnados de rojo y negro. Desde tiempos inmemoriales, los humanos buscamos la manera de modificar nuestro aspecto, normalmente para mejorarlo. Pero, lo que empezó con un uso primario de elementos naturales, evolucionó hacia mezclas aparentemente buenas para embellecer, pero muy nocivas para la salud.
Según la Asociación Española de Mujeres Dermatólogas, los orígenes de la cosmética como tal, como "el arte de confeccionar afeites y otras preparaciones para hermosear la tez o el cabello", o lo que es lo mismo, el arte de crear y usar adecuadamente productos cosméticos para mantener la piel en estado óptimo y aumentar su belleza, se remonta al antiguo Egipto de los Faraones. Las egipcias se bañaban en un aceite de limón y canela para combatir el mal olor. También se fabricaban tónicos de la piel y ungüentos de belleza, utilizando productos como leche de burra, harinas, levaduras, miel, arcilla y aceites.
La etimología de “cosmético” nos remite al griego kosmetikós:“relativo al adorno”. De hecho, en la antigua Grecia las mujeres ricas, se coloreaban la cara con polvo de oro, se teñían las cejas y también se teñían los cabellos. Las mujeres romanas siguieron con los mismos cuidados de belleza, suavizaban su piel, utilizaban extractos de limón, rosa y jazmín y ya endurecían sus pechos con vinagre, arcilla y corteza de encina macerada en limón, pulían sus dientes con polvo muy fino de piedra pómez, y utilizaban infinidad de perfumes.
Pero la obsesión por la belleza llegó hasta el punto de introducir ingredientes como el albayalde, también conocido como plomo blanco, que eran peligrosamente nocivos para la salud hasta el punto de causar la muerte. Aún así, el albayalde se empleó generosamente en cremas faciales y maquillaje desde la época egipcia; las damas romanas tenían plena confianza en él para disimular arrugas, y las geishas japonesas también lo utilizaban.
Durante la Edad Media, las clases populares se alejan de las prácticas higiénicas, consideradas frívolas y declaradas pecaminosas por la Iglesia. De hecho, algunos obispos se preciaban de no haberse bañado nunca en su vida, o de hacerlo solamente un día al año.
El uso de cosméticos vuelve a su auge durante el Renacimiento, sobretodo en las cortes francesa e inglesa. De nuevo, el desconocimiento del funcionamiento del cuerpo humano y de las reacciones químicas hace que se utilicen materiales peligrosos. Por ejemplo, el acné se trataba con azufre en polvo, disimulando las erupciones con mantequilla fresca. Además, se olvida la higiene. Es el tiempo del perfume para disimular olores desagradables y de grandes pelucas para esconder cabellos, a menudo mugrientos. Aumentan las infecciones cutáneas.
En el Siglo XX es de los grandes descubrimientos científicos. Empieza el desarrollo de la industria química. Los productos de Belleza dejan de ser un lujo, se socializan. El aumento de conocimiento científico se traduce en nuevos productos cosméticos, intentando respetar la fisonomía de lo natural.
Actualmente, la evolución de la nueva cosmética va hacia lo más natural. Gracias a la investigación científica y nuevas disciplinas como la bioinformática o la biotecnología, la cosmética "regresa al futuro" volviendo a la naturaleza más pura y, además, respetuosa con los recursos del planeta. Pero, ¿qué es la cosmética natural? En esta infografía explicamos los principios básicos.