El aire frío y seco de otoño le quita los aceites naturales a la piel, lo que provoca que la piel se irrite, situación que acostumbra terminar con quemaduras por viento. En la montaña, durante esta época del año, los factores climáticos a controlar son las bajas temperaturas y otros factores climáticos como el viento, la nieve o la lluvia, así como el contacto con el agua helada. Además, los días de sol se juntan la radiación UV, y la reverberación solar debido al color blanco de la nieve que aumenta su efecto UV.
Estos problemas afectan a cualquier persona que expone su piel al clima frío y ventoso. Por lo tanto, es imprescindible una buena rutina de cuidados faciales. Al finalizar el día es vital limpiar el rostro para quitar los restos de maquillaje, las células viejas y las bacterias. La higiene diaria en profundidad ayuda a que la piel se oxigene, al quitar las obstrucciones que tapan los poros.
Después de la limpieza, es recomendable aplicar una crema hidratante especial para las pieles sensibles. Al comenzar el día, es necesario volver a limpiar la piel, para retirar las toxinas y la grasa eliminadas durante la noche. Después de lavar la cara se debe nutrir para que mantenga la hidratación y elasticidad.
A parte de los cosméticos, es necesario tomar agua. Además, la dieta ayuda a que la piel tenga las vitaminas y nutrientes indispensables para mantener su elasticidad y firmeza. Es buena opción agregar a tu alimentación más vegetales frescos, frutas, granos enteros y proteínas sin grasas.
También es bueno recordar que si tienes un grano es mejor no tocarlo, pues apretarlos puede dejar una marca para siempre. Además de las cicatrices, al tocarlos se pueden contagiar al resto de la cara, por lo que lo mejor es evitar tocarlos.